TRANSDISCIPLINARIEDAD Y COMPLEJIDAD EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR VENEZOLANA
“Estamos ya en el comienzo de un caos.
El caos puede ser destructor y puede ser
regenerador. Este es quizás el último chance
del último riesgo”
EDGAR MORIN
Dr. Cerbeleón Murillo Ruiz
cermurilloruiz@yahoo.com
RESÚMEN
La educación superior en la Venezuela del siglo XXI está sometida a grandes desafíos para adecuarse a una realidad distinta a la que tradicionalmente se venía desarrollando en las Instituciones de Educación Superior (IES), ello hace que se enfrenten a los retos de adecuar y actualizar el currículo, lo que a su vez implica una adecuación de los contenidos curriculares, definir el enfoque, reelaborar los perfiles profesionales para den respuesta a las demandas del sector socio productivo y de la sociedad, con el propósito de formar al talento humano que contribuya a resolver los problemas socio-comunitarios. En este trabajo investigativo, se da una mirada a la situación de la educación superior venezolana, la cual tradicionalmente ha estado dominada por el paradigma de la simplificación a este paradigma reduccionista con una visión mutilante y unidimensional, que trae consecuencias negativas porque conduce a una hipersimplificación y a acciones fraccionadas. Es innegable que el sistema educativo, la escuela, la universidad misma han sido concebidos para que funcionen y se desarrollen en la simplificación, evitando la complejidad, la diversidad, la heterogeneidad, lo que hace más difícil introducir cambios, innovar. Contrario e ello, Morín (2003), propone el paradigma de la complejidad, que junto con la multidisciplinariedad y la transdisciplinariedad contribuyen a superar la parcelación y fragmentación del conocimiento. Se desarrollan además dos aspectos de suma importancia que deben ser considerados en el proceso de modernización curricular en las IES, como son la formación basada en competencias y el perfil profesional desde este enfoque para la educación. Se concluye que en enfoque de competencias en la educación o una educación basada en competencias, no se reduce a orientar la educación a lo laboral en detrimento de formación disciplinar, sino que por el contrario, potencia esta formación y por ello se habla de competencias científicas, de tal manera que posibiliten en los estudiantes abordar y solucionar problemas nuevos con creatividad.
Palabras Clave: Educación Superior, currículo, competencias, perfil profesional, transdisciplinariedad y complejidad.
1. Introducción
La realidad del siglo XXI plantea a las Instituciones de Educación Superior un proceso de cambio y transformación, con el propósito que las mismas estén a tono y su actuación se corresponda con lo que la sociedad espera de ellas. De allí que la nueva universidad que se construye desde los inicios del siglo XXI, se propone entre otros aspectos, lograr en los estudiantes una formación general integral, la que exige de ellos poseer una alta competencia profesional en el ámbito específico de su desempeño científico, técnico, social y cultural, asó como tener un elevado compromiso social con los intereses de la nación.
El currículo en la actualidad puede ser visto o considerado como una estrategia que permite el logro de resultados luego de concluir un período académico o proceso formativo completo. En el mismo tradicionalmente se han empleado vocablos tales como conocimientos, habilidades, conductas, dominios y logros entre otros, y desde hace algún tiempo se le ha incorporado con el mismo propósito el término de competencias. De allí que educar desde un enfoque en competencias significa crear experiencias de aprendizaje para que los estudiantes desarrollen habilidades que les permitan movilizar de forma integral, recursos que se consideren indispensables para realizar satisfactoriamente las actividades demandadas.
En este sentido, el perfil profesional cobra gran importancia y se traduce en el elemento rector del diseño curricular. En la actualidad existen variadas tendencias en el desarrollo de perfiles profesionales; a este respecto la UNESCO (1998), plantes la necesidad de desarrollar en los alumnos la capacidad de reaccionar como ciudadano responsable, Así como la capacidad de generar sus propios empleos.
2. Desarrollo
Una Mirada a la Situación de la Educación Superior en Venezuela
El premio Nóbel Ilya Prigogine afirmó que “estamos en un momento apasionante de la historia, tal vez en un punto decisivo de giro”, que Fritjof Capra llama “el punto crucial” y que se caracteriza por el surgimiento de una nueva visión de la ciencia que se resiste a encajar en el esquema newtoniano, exclusivamente mecanicista. Ello es reafirmado por Gutierrez (2007), al expresar que de alguna manera hemos pasado de un “paradigma de relojería” en donde todo estaba mecánicamente predeterminado, fijo y lineal, a uno mucho más abierto, flexible, holístico y ecológico que exige de todos una transformación profunda de nuestros pensamientos, de nuestras percepciones y de nuestros valores. Este pensamiento del paradigma emergente lleva consigo un cambio de mentalidad y consiguientemente una profunda modificación de la mayoría de las relaciones sociales, así como de las formas de organización.
Es innegable que el sistema educativo, la escuela, la universidad misma han sido concebidos para que funcionen y se desarrollen en la simplificación, evitando la complejidad, la diversidad, la heterogeneidad, lo que hace más difícil introducir cambios, innovar, porque de acuerdo a lo planteado por Couto y Vásquez (2008), “la creatividad y la innovación corresponden al campo del poder ser, y, en ellos esa repetición constante, corresponde al campo del deber ser”.
Frente a este paradigma reduccionista con una visión mutilante y unidimensional, que trae consecuencias negativas porque conduce a una hipersimplificación y a acciones fraccionadas, Morín (2003), propone un nuevo paradigma basado en la complejidad, con la finalidad de remediar los principios de disyunción, reducción y abstracción, los cuales constituyen el denominado paradigma de la simplicidad .
Los nuevos escenarios mundiales donde se configuran las acciones educativas, productivas y culturales de una sociedad globalizada, están en razón de las tecnologías de la información y la comunicación con miras a difundir el conocimiento construido, de tal manera que se le plantean nuevos desafíos a la Educación Superior y a sus instituciones, por tanto se hace necesario repensar las complejas relaciones existentes entre educación, estado y sociedad. Estos desafíos implican la creación de sinergias humanas, organizacionales y culturales lo que hace posible el encuentro de la universidad con la sociedad productiva y sus problemáticas más variantes.
Ante tales desafíos, es imperativo que la universidad venezolana y sus actores sociales redefinan desde la organización los modos de abordar las problemáticas del contexto, de construir el conocimiento y de hacer ciencia, todo ello en sincronía con las exigencias del mundo posmoderno, el cual está signado por la coexistencia de realidades complejas, la incertidumbre, las contradicciones, y las fuerzas que lo gobiernan.
La educación superior en Venezuela en la actualidad está sometida a grandes desafíos para adecuarse a una realidad distinta a la que tradicionalmente se venía desarrollando en las Instituciones de Educación Superior (IES), ello exige la realización de grandes esfuerzos para el logro de importantes y efectivos ajustes que contribuyan al proceso de renovación de la educación superior desde los ámbitos científico, tecnológico, social y humanístico que demanda la sociedad actual.
La educación debe ser concebida como una actividad social que históricamente ha permitido la trasmisión del acervo cultural de una generación a otra y que se encuentra vinculada al contexto político, económico, social y cultural en el cual se desarrolla por lo que básicamente se encuentra en correspondencia con los intereses de la clase dominante. Sin embargo, el hecho educativo ha sufrido un progresivo desplazamiento de los valores, la ética, la concepción del hombre, entre otros aspectos, al tiempo que nos debatimos en la discusión entre modernidad y postmodernidad, es decir, pareciera que corresponde educar en medio de esos dos discursos, y es n ese clima en el cual corresponde educar, de allí lo eficaz que resulta la educación informal, la no institucionalizada, la de los medios, la de la calle, la de la cotidianidad.
Lo anteriormente expuesto exige aclarar la distinción entre educación formal, no formal e informal, toda vez que se coloca el acento en la forma con lo que aparentemente se privilegia la formalidad que contenga la modalidad educativa, siendo la educación informal la que menos formalidad poseería; lo que se constituye según Calvo (2007), “en un resabio aristotélico injusto con la educación informal, que de hecho es la única modalidad educacional realmente permanente, ante la cual todas las demás son pasajeras y circunstanciales, por mucho tiempo que ocupen en nuestras vidas y por importantes que sean” (Pp.17-18).
Dado que el calificativo de informal connotaría carencia de forma, se caracteriza a la educación informal como espontánea, asistemática y refleja. Es importante reconocer que trabajar en las Instituciones de Educación Superior con la complejidad informal, no es tarea fácil, por lo que se hace necesario crear enfoques, estrategias y metodologías educacionales donde los procesos educativos informales sean integrados sinérgicamente con los procesos formales, especialmente cuando los últimos no han podido garantizar la calidad y equidad del sistema escolar. Si no se integran y sólo se busca perfeccionar a los procesos educativos formales, el cambio será cosmético y sin proyecciones.
La universidad venezolana de finales del siglo XX y comienzo del XXI, tal como lo expresa Ruiz (2008), enfrenta dos tipos de situaciones que están íntimamente relacionadas; en primer lugar, están los problemas internos tradicionales, asociados con la gobernabilidad institucional, la democratización del acceso a la universidad, el desempeño del profesorado, la calidad y pertinencia del egresado, el desarrollo de la investigación, la pertinencia de la extensión y la eficiencia administrativa. En segundo término, están un conjunto de factores externos que plantean nuevos retos a la universidad; ellos son: la globalización económica, la sociedad del conocimiento y la revolución de la información y la comunicación
Desde esta perspectiva, la sociedad le demanda a las Instituciones de Educación Superior respuestas innovadoras, globales donde se inserten y articulen lo pedagógico, lo ético, lo político de manera tal que le permitan al profesional en formación superar la formación técnico-científica, con una estructura curricular reformulada, en un retorno a lo humanístico. En este sentido, el interés de la educación se debe centrar en desarrollar un modo complejo de pensar la experiencia humana, toda vez que el estudio de cualquier aspecto de la misma ha de ser por necesidad multidimensional y multifacético.
En este contexto organizativo, la educación superior venezolana está inevitablemente obligada a repensarse en función de estas nuevas realidades, ya que la misma constituye un espacio privilegiado para emprender los retos que han de asumirse. En este sentido, promover cambios profundos en la cultura universitaria, permite crear un contexto organizativo para “aprender a aprender” ya que a partir de este constructo se conforma un espacio de interacción entre los diferentes actores educativos que facilita el proceso de aprendizaje, pero un aprendizaje organizacional, el cual pasa primero por un aprendizaje individual para luego integrarse en una gestalt del colectivo, es decir, se privilegia la capacidad de la organización de combinar o realizar ajustes en su discurso y en sus prácticas.
Frente a lo anteriormente planteado es común escuchar la afirmación que la educación está en crisis, lo que genera una gran confusión entre los términos educación y escuela. Lo común es confundir la educación con la escuela como si lo términos fuesen sinónimos, pero no es así, y, es importante aclararlo debido que no es lo mismo mejorar la calidad de la educación, que mejorar la calidad de la escuela; justifica la confusión el hecho de que la escuela ha monopolizado y escolarizado los procesos educativos, exceptuando aquellos que conforman el “currículum oculto” y que la escuela no puede controlar aunque lo pretenda. En este sentido Calvo (2007), prefiere afirmar que es la escuela quien se encuentra gravemente enferma y no la educación, tal aseveración descansa en la siguiente diferencia entre ambas. La educación es el proceso de creación de relaciones, en tanto que la escolarización (es decir la escuela) es el proceso de repetición de relaciones preestablecidas.
En Venezuela se viene desarrollando un proceso de transformación en lo político, social, educativo, económico y cultural. El Estado venezolano, por intermedio del Gobierno Bolivariano de Venezuela, ha venido consolidando el establecimiento de un sistema económico socialista, tecnológico y científico, con miras a fortalecer la soberanía y el desarrollo de las fuerzas productivas en el país. Esta acción estratégica del Estado requiere el apoyo de cuadros profesionales capaces de diseñar y de administrar nuevas formas de producción y nuevas formas de propiedad de los medios de producción, al servicio de la satisfacción de las necesidades fundamentales de la población, y con capacidad para generar y conducir estas nuevas organizaciones con conciencia ética, ecológica y orientadas hacia el desarrollo sustentable.
En este marco, se traduce en una prioridad el proceso de innovación curricular en las Instituciones de Educación Superior venezolanas, exigencia esta que hace la comunidad universitaria, para que la oferta académica expresada en las carreras que cada una ofrece, responda a las nuevas realidades, a través de un currículo que permita sal profesional en formación desempeñarse de manera exitosa en determinado entorno; y es lo que la sociedad reclama; tosa vez que no se debe continuar con la vieja concepción que la universidad es sólo para la enseñanza y como consecuencia de ello el rol del docente está centrado en enseñar, exponer, dictar, ordenar y evaluar. La nueva concepción impone un cambio profundo donde la universidad se la conciba como el “espacio” para aprender, de lo cual se deriva que el protagonismo no es del docente sino del estudiante. De allí la necesidad de prepararlos para que puedan comprender y resolver problemas, visualizar e imaginar alternativas, idear y procesar métodos, así como generar estrategias. La educación así entendida, debe asumir como propósito fundamental enfatizar en la formación del futuro profesional a través del análisis, la crítica y el razonamiento.
Los aspectos anteriormente señalados guardan correspondencia con el enfoque de la formación basada en competencias, el cual puede considerarse como complejo y transdisciplinario . Ello implica la búsqueda de mecanismos que facilites la integración de los conocimientos, lo cual exige que el docente posea una cierta experiencia en dinámicas interdisciplinarias y una clara visión transdisciplinaria del mundo, que está basada en un modelo epistemológico muy cercano a la visión sistémica de la realidad .
Para Nicolescu (1996), la transdisciplinariedad es radicalmente distinta a la pluridisciplinariedad y a la interdisciplinariedad. La pluridisciplinariedad concierne al estudio de un objeto de una disciplina por varias disciplinas a la vez, un ejemplo clásico es el referido por Motta (2002), en relación con un cuadro de Giotto, el cual puede ser estudiado por la perspectiva de la historia del arte, pero también se le puede agregar las perspectivas de la física, la química, la historia de las religiones, la historia de Europa y también la geometría. En este caso el conocimiento de un objeto de estudio perteneciente a una disciplina es profundizado por el aporte pluridisciplinario de las demás, ello permite afirmar que el análisis pluridisciplinario desborda a las disciplinas, pero su finalidad está incluida en el marco en el marco de los objetivos de una disciplina específica.
La interdisciplinariedad tiene por objeto transferir métodos de una disciplina a otra; por ejemplo, los métodos de la física nuclear transferidos a la medicina conducen a la aparición de nuevos tratamientos contra el cáncer. Otro ejemplo de mucha significación es el relacionado con la transferencia de los métodos matemáticos al estudio de los fenómenos meteorológicos engendra una nueva disciplina: la teoría del caos.
La transdisciplinariedad en cambio, dice Nicolescu, tiene por finalidad la comprensión del mundo presente desde el imperativo de la unidad del conocimiento. Su interés es la dinámica de la acción inscrita en distintos niveles de la realidad, y se apoya en la existencia y percepción de distintos niveles de realidad, en la aparición de nuevas lógicas y en la emergencia de la complejidad.
La Formación Basada en Competencias
La demanda que la sociedad actual, denominada del conocimiento, que implica una utilización temprana de los nuevos saberes en bien de una calidad de vida mejor y más equitativa para todos, compromete a las universidades a vincular más sus carreras con el sector socio productivo y a organizar los aprendizajes, de modo que resulten relevantes para la incorporación eficiente de sus egresados al campo laboral, así como actuar como emprendedores.
En este sentido surge la Misión Alma Mater, la cual se constituye en la principal acción estratégica del Estado, para convertir en realidades las políticas públicas en educación superior; la misma nace con el propósito de impulsar la transformación de la educación superior, propulsar la integración tanto territorial como con el proyecto nacional de desarrollo, garantizando el derecho de todos y todas a una educación superior de calidad.
Dentro de este nuevo orden social y económico emergente, como respuesta de las fuerzas sociales transformadoras a los modelos económicos neoliberales, los valores dominantes y la inequidad, surge la propuesta de un individuo formado en competencias , para fortalecer la creación de sociedades basadas en el conocimiento y el aprendizaje dinámico, de individuos responsables altamente cualificados para trabajar en una variedad de contextos y aprendizajes para toda la vida, educación integradora para generar un desarrollo profesional continuo. Como bien expresa Morín (2003) “abordar la realidad como proceso en continuo cambio, orden-desorden- reorganización…”.
Es por ello que en el marco de la Misión Alma Mater surgen los Programas de Formación, del cual se derivan: el Programa Nacional de Formación de Educadores y el proyecto de creación de un Programa Nacional de Formación en Administración, entre otros, el cual como programa educativo, adecua su formulación y ejecución a un nuevo contexto social, político, económico y cultural venezolano, en el que se destaca la transformación sociopolítica por medio del fortalecimiento de la educación, y en lo que atañe a este caso, por medio de la educación superior.
En este mismo orden, al hacer referencia a los cambios curriculares necesarios en el país, el documento del Ministerio de Educación Cultura y Deporte, denominado: Políticas y Estrategias para el Desarrollo de la Educación Superior en Venezuela (2001) , señala que la formación integral Universitaria, involucra la revalorización, tanto de las áreas del pensamiento social, político y humanístico, como de los logros en términos de competencias, actitudes y valores intelectuales y éticos, lo que de acuerdo al criterio de Zambrano (2007), representa un reconocimiento oficial de las instancias ministeriales venezolanas al enfoque de formación por competencias; como alternativa válida para la obtención del nuevo profesional o nuevo ciudadano que requiere la sociedad actual y futura.
Una competencia puede definirse como la capacidad individual para realizar un conjunto de tareas o de operaciones y el principio de la regulación por normas estándares o de calidad. También puede definirse la competencia como el saber hacer en el contexto, es decir, el conjunto de acciones que un estudiante realiza en un contexto particular y que cumple con las exigencias de dicho contexto.
Las competencias son un enfoque para la educación y no un modelo pedagógico, toda vez que no pretenden ser una representación ideal de todo el proceso educativo, sino que por el contrarios como enfoque sólo se focalizan en unos aspectos específicos de la docencia, del aprendizaje y de la evaluación, como son: 1) la integración de los conocimientos, los procesos cognitivos, las destrezas, las habilidades, los valores y las actitudes en el desempeño ante actividades y problemas; 2) la construcción de los programas de formación acordes con los requerimientos disciplinares, investigativos, profesionales, sociales, ambientales y laborales del contexto, y 3) la orientación de la educación por medio de estándares e indicadores de calidad en todos sus procesos. En relación con ello, Tobón (2005), expresa que: las competencias son procesos complejos de desempeño con idoneidad en un determinado contexto con responsabilidad”. Por ello el enfoque de competencias puede llevarse a cabo desde cualquiera de los modelos pedagógicos existentes, o también desde una integración de ellos.
En este orden de ideas, Gallegos (1999), plantea que “el trabajo con competencias implica, indispensablemente, cambios radicales en la forma de asumir la docencia”, estos cambios están referidos a sustituir el transmisionismo repeticionista tradicional y la oralidad en la relación profesor–alumno, por actividades prácticas–instrumentales, salidas de campo, revisión bibliográfica, entrevistas, análisis de la realidad del entorno, investigación e interacción socio comunitaria, producción escrita de docentes y estudiantes así como la profundización del vínculo universidad sector socio productivo, como estrategia didáctica que facilite la fusión teoría–práctica en situaciones reales, con responsabilidades y actitudes reales, para la obtención de resultados también reales.
En este sentido, la formación basada en competencias cobra gran importancia en los procesos de transformación curricular, en el sentido de tener un criterio crítico en su empleo, toda vez que en lo social se vienen ejerciendo grandes presiones para que la educación forme parte de la vida y para el trabajo con calidad, de manera tal que trascienda el énfasis de lo teórico y la mera transmisión de información, porque con la paulatina emergencia de la sociedad del conocimiento, lo más importante no es tener conocimientos, sino saberlos buscar, procesar, analizar y aplicar con idoneidad. En este sentido se puede afirmar que el auge de las competencias en la educación, está en correspondencia con un mayor implicación de la sociedad en la educación, una cultura de la calidad y la globalización.
El Perfil Profesional
El perfil profesional constituye uno de los aspectos centrales en el proceso de desarrollo curricular, toda vez que se traduce en el punto de partida y el patrón de evaluación del mismo, en este sentido, debe estar contextualizado con el modelo socio político, económico y cultural donde el profesional vaya a desenvolverse, así como los problemas sociales a los cuales deba dar respuesta. Bajo este enfoque, el perfil profesional determina las competencias que requiere el futuro profesional para resolver de manera adecuada y oportuna los problemas y necesidades del entorno; de allí la gran responsabilidad y compromiso que tienen las universidades con la sociedad, el de formar de manera integral el talento humano que contribuya a satisfacer las múltiples necesidades de la sociedad.
Para Díaz-Barriga y Otros (2005), “el perfil profesional está conformado por conocimientos, habilidades y actitudes”, de allí que desde este enfoque para la elaboración del perfil profesional se hace necesario establecer tanto las competencias genéricas o básicas como as específicas, el objeto de desempeño, el campo de acción y el ámbito de actuación del futuro profesional, toda vez que estos se constituyen en aspectos que identifican el perfil del egresado, al tiempo que contribuye al establecimiento de sus capacidades y actitudes laborales para abordar con éxito situaciones diversas.
El perfil profesional recoge aquellas actitudes personales y competencias e actuación profesional que garanticen el cumplimiento profesional efectivo, por lo que los objetivos de formación deberás estar en correspondencia con las políticas educativas del Estado venezolano, los planes de desarrollo local regional y nacional, la misión y visión de la institución y las demandas del sector socio productivo.
En correspondencia con los planteamientos anteriores, Cánquiz y Ferrer (2006), consideran que en la actualidad las demandas educativas inciden en la importancia de contemplar no sólo las capacidades de tipo cognitivo, sino –además de estas- otras, como las capacidades motrices, las capacidades de equilibrio y autonomía personal, la relación interpersonal y de inserción y actuación social. En consecuencia, de acuerdo a lo planteado, las mismas autoras refieren que se trata de un cambio en el proceso de aprendizaje, el cual básicamente es cualitativo, si antes era suficiente aprender determinados conocimientos técnicos y cierta habilidades para que los individuos se incorporen a un empleo, ahora es preciso desarrollar toda una gama de competencias que anteriormente no eran consideradas como importantes, tales como la iniciativa, creatividad, capacidad de emprender, cooperación y asertividad, entre otras. A su vez éstas han de ir acompañadas de nuevas competencias técnicas requeridas que son relativamente menos específicas que en el pasado, tales como idioma, informática, razonamiento lógico, capacidad de análisis e interpretación, etc.
Se devela entonces un aspecto considerado como fundamental para Sánchez (1999), y es que las características y competencias que se establecen en el perfil académico-profesional deben ser referentes permanentes durante todo el proceso de diseño, ejecución, control y evaluación curricular; esto significa que es necesario orientar la adquisición de los valores, competencias, habilidades a través de un proceso que conjugue la sistematicidad, flexibilidad y pertinencia.
3. Consideraciones Finales
Las Instituciones de Educación Superior en Venezuela tienen un gran compromiso con la sociedad, el cual consiste en brindar una educación de calidad, que responda a las demandas que de ella hace la sociedad.
El enfoque de competencias en la educación o una formación basada en competencias, no se reduce a orientar la educación a lo laboral en detrimento de la formación disciplinar; sino que por el contrario, potencia esta formación y por ello se habla de competencias científicas de tal manera que posibiliten en los estudiantes abordar y resolver problemas nuevos con creatividad.
Es importante destacar que el enfoque de formación basada en competencias considera que la dimensión afectivo-motivacional es fundamental para realizar cualquier actividad con idoneidad, de allí que una definición compleja de las competencias contiene no sólo la dimensión cognoscitiva y la dimensión del hacer, sino también la dimensión del ser en el proceso de desempeño.
Bibliografía
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